lunes, 13 de septiembre de 2010

VALENCIA GRIS

Una Valencia de rancio abolengo que no existe más que en la imaginación de viejos franquistas y falangistas que añoran un pasado cada vez más lejano. La avenida del Oeste, uno de los últimos proyectos de un tardo franquismo decadente que veía en las grandes avenidas y los bulevares un futuro urbano dominado por los coches, símbolo inequívoco del desarrollismo español.
De aquello un recuerdo, jóvenes neofascistas que desconocen que aquel dictador presentado como un adorable anciano, un defensor de una España Grande no era más que un dictador militar, con las limitaciones de un dictador militar que hizo de los diferentes gobiernos de la ciudad unos ayuntamientos sometidos a los designios de un regimen clientelista donde la corrupción no existía sencillamente porque no era delito. ¿Cómo dudar de los prohombres del régimen? Un regimen caudillista que a nivel local degeneraba en caciquil.
Cerraron las clásicas cafeterias de rancio abolengo, con sus salas, sus mesas y con aquellas viejas Marujas, que enfundadas en sus abrigos y en una ideologia de extrema derecha se erigieron en defensoras de una identidad y moral valenciana amenazada por ejércitos de catalanes armados que detrás del río Ebro esperaban invadir las tierras valencianas para someternos, violar a las valencianas, influídos por una izquierda atea que buscaba el exterminio de la verdad religiosa y a todos aquellos y aquellas que fueran sus portadores.

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