lunes, 9 de febrero de 2009

Se acercan las Fallas

-Yo te invito.
-No, yo te invito.
-No, yo.
La amistad fallera sellada por el último trago de la mañana. Luego el descanso del guerrero. Las fiestas populares dan cobertura social al consumo de alcohol. Las mujeres ven bien que sus maridos se lo pasen bien con los otros hombres. Total, unos días. Está permitido. Los niños juegan en la calle. Las calles son recuperadas por los vecinos, que dejan los coches en un caos circulatorio que transforma la ciudad. Las direcciones prohibidas dejan de serlo, y únicamente las grandes vías permanecen para posibilitar unos servicios mínimoas ante emergencias...
En Fallas apetece levantarse al amanecer, e incluso antes. Así podemos pasearo por la ciudad mientras amanece y los últimos se acuestan. Los falleros que han estado cuidando sus fallas, acaban con las últimas copas antes de irse a dormir, los mayores. Los niños han aguantado, junto a los mayores, lo que les hace sentirse bien. Pueden hacerlo, y el mero hecho de no tener que dormir hasta el día siguiente les gusta, aunque al día siguiente estén cansados. Han visto como los mayores han bebido, y han ido pasando de la euforia al cansancio. No prestan atención a cuando los mayores se prometían amistad eterna, se veían como los verdaderos amigos... influidos por el etanol. Son niños, y ven eso, como los mayores durante las largas noche de espera fuman. La responsabilidad de vigilar la falla, la excusa para no acostarse junto a la parienta, tan conocida, tan poco excitante, tan aburrida. En la falla la conversación, los amigos, la noche de juerga...
Apetece incluso levantarse un poco antes del amanecer, porque entonces se observa la antesala de ese momento, cuando la fiesta acaba, cuando deambulan los últimos borrachuzos buscando una copa, una juerga, un sitio donde caérse hasta que se haga de día, y entonces llegue la hora del descanso.

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