sábado, 17 de julio de 2010

El verano en la ciudad

Llega la canícula. Los termómetros se disparan. La humedad, el calor... la sombra no protege. La maldita humedad termina por hacer imperceptible la diferencia entre el sol y la sombra. La búsqueda de la brisa, un poco de aire que refresque. La terraza se vuelve tortura hasta que llega la noche, una noche que se espera salvadora pero que no es más que más y más calor; dormir se vuelve una utopia. Uno se levanta en la madrugada empapado en sudor a pesar de dormir desnudo y con la ventana abierta... Al amanecer cuando se puede percibir cierto frescor un paseo es un regalo para los sentidos.

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