jueves, 24 de diciembre de 2009

Las Navidades son para los borrachos





Mi enfermedad pulmonar, que se manifiesta con una persistente tos seca, hizo que en Nochebuena no saliese. El humo del tabaco era un pésimo aliado para mi enfermedad, lo que me hizo desistir de ir al Kraken, donde tomar una cerveza. A la mañana siguiente continuaba con mi persistente tos,, pero lúcido para poder dar una vuelta por la ciudad. Tranquila, inerte... más solitaria que un domingo cualquiera.
Alguno de los que se dirigían a casa, después de una Nochebuena de fiesta, al despertar se diría: "No bebo más. Maldita resaca". La resaca... una cerveza acompaña en un paseo por la ciudad. Dos cervezas quizás turben un poco. Tres cervezas es la invitación a continuar. Hemos dejado de lado el placer, que es virtud, para caer en el vicio. Después de la tercera, imbuídos por la euforia etílica, quién sabe.
La mirada determina los espacios, porque en la mirada va también el uso. No es despreciar la mirada del borracho, el cual no obstante tiene su atención en otros quehaceres. El borracho ocasional, de fin de semana, de fiestas señaladas, es quien padece más la resaca... La mirada del borracho convierte en extraordinarios lugares anodinos, porque le ocurren cosas, no tanto por el lugar, sino por el alcohol. No otorga a esos lugares una valoración estética, o moral, quedan, en el mejor de los casos en una memoria borrosa que ha de ser recuperada con la ayuda de quien también estaba por allí: "Te acuerdas....".

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