jueves, 17 de septiembre de 2009

La ciudad decadente

Las regias fincas observar la ciudad decadente. Atras quedan los tiempos de fastos, donde la opulencia era norma. Los carteles de pisos cuelgan desgastados por el paso del tiempo. Aún hay gente que se resigna a ver que la fiesta acabó y que las cosas no valen lo que valían antes. La espera en la decadencia. ¿Cuánto vale una cosa? Lo que se esté dispuesto a pagar por ella.
Despiera un domingo y baja a la calle, mira a su alrededor y ve la calle triste, sin gente, desgastada. Sin duda la fiesta se acabó sin que nadie se diera cuenta. Todos querían ser el último en salir.
-A mí me costó el piso 200.000€ -dice apurado el vendedor.
-¿Y? No los vale, como tampoco vale los 135.000€ que me pides. ¿Qué culpa tengo de qué comprases un zulo a precio de palacio?
La calzada agrietada, parcheada, aquejada de la dejadez por falta de inversión. Repunta el mercado negro, la economía retrocede. O esto o nada, se dice más de uno, y frente a la nada la norma, la ley, no puede imponerse. "Si es que ya no tengo nada que perder" dice un apurado padre de familia. Irresponsable pero apurado por la situación. Tiene un coche que no puede pagar, un piso que no puede pagar, y un cerebro que debió adquirir a precio de saldo.

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